Cuando uno empieza a leer sobre Tonga, sin haber estado, piensa que la profunda devoción cristiana que se comenta que tiene el país no será para tanto. Pero vivirlo en primera persona hace que sientas un profundo respeto. Nada más llegar al país te das cuenta que la religión está muy presente en la vida diaria y que los domingos en Tonga son especiales. Cuando paseas ves muchas más iglesias de las necesarias en base al nivel de población, cada una de ellas es de una corriente distinta: evangelistas, bautistas, católicos, adventistas… Los cantos que se escuchan por las tardes también hacen intuir que los ensayos, y el sentimiento puesto en ellos, no son un hobby.
Los domingos en Tonga son festivos por Ley. Nadie puede trabajar, excepto los resorts para turistas, y el día se dedica a los pilares de la vida en éste país: la familia y la religión. Es muy curioso ver todos los bares cerrados, las tiendas, el aeropuerto, el puerto, no hay taxis. No hay nada que hacer, sobretodo para los turistas. El primer domingo es una sensación extraña, nos avisan que los turistas que están en las islas principales lo que hacen para no aburrirse es coger un barco e irse a un resort de una isla cercana. Allí pasas el domingo y vuelves a dormir a la isla principal. Fue un plan que hicimos el tercer domingo pero los dos primeros decidimos vivir y experimentar los auténticos domingos en Tonga. Por la mañana fuimos a misa y la experiencia no defraudó. Hay que ir vestido de forma adecuada, con pantalones largos y con los hombros tapados. Así que tapados, con todo el calor abrasador, nos dispusimos a salir.
El primer paso fue decidir a qué iglesia ir, la primera idea era ir a la iglesia más grande pero caminando nos topamos con una pequeña y allí nos quedamos. Mi intuición fue que en una iglesia pequeña todo sería más familiar y cercano, por lo que quizás podría disfrutar mejor de la experiencia. En un primer momento siempre asaltan dudas: ¿les molestará?, ¿lo entenderán como una falta de respeto?, ¿me mirarán mal? y otras típicas producto del no conocer el lugar.
Después de preguntar a un par de personas que estaban en la entrada, vimos que son muy integradores y les gusta que el turista se involucre en su día a día. Entramos sin problemas, nos sentamos al final para no destacar mucho. La misa empezaba a las 10am, algunas iglesias hacen varias sesiones al día en tongano y otras, en cambio, combinan misas en inglés con tongano. Sobre las 9:45am los asistentes sentados ya empezaron a cantar de forma armónica, uno de los señores sentados al final iba marcando las canciones. Muchos de los asistentes se sabían las canciones pero otros las seguian en libros o incluso a través de tablets y móviles.
A media que pasan los minutos llegaban más asistentes, los niños se sentaban en primera fila. Y el cura acababa llegando rato más tarde. Me sorprendió que la figura del cura no es tan activa como en Occidente, la misa era guiada más por los fieles que por el representante de Dios. El protagonismo de la misa lo tienen los cantos, que acompañados de campanas, hacen que sea una experiencia inolvidable. Nunca voy a misa cuando estoy en mi casa, de hecho no practico ninguna religión, pero vivir la experiencia de una misa en Tonga me hizo entender que la fe se practica y entiende de formas muy distintas a lo largo del planeta. Los cantos corales que cambian de intensidad constantemente y sus pausas me hicieron sentir una profunda paz y relajación.
Los representantes de la comunidad vestian de blanco y con faldas tradicionales polinésicas. Esta pieza se llama ta’ovala, se coloca alrededor de la cintura, y se considera una forma respetuosa de vestir en Tonga, por ello es imprescindible para muchos durante el día de descanso semanal. El arte de tejer manualmente estas esteras data de hace cientos de años y es uno de los oficios más común entre las mujeres tonganas. Teniendo en cuenta la apariencia y las ropas, se palpaba que para ellos era un día especial y habían escogido las mejores galas. Y mientras yo no me cansaba de observar todos y cada uno de los complementos, flores y elementos que paseaban con orgullo.
Al finalizar la misa todos los representantes de la comunidad se reunieron para hacerse una foto, en ese momento me acerqué tímida con la cámara. No quería hacer fotos sin antes preguntar pero no hizo falta, una señora mayor se dirigió a mi y me preguntó de donde era. Me dio las gracias por asistir a su misa, me invitó a volver a la de las 15pm y me dijo que hiciera todas las fotos que quisiera. En ese momento me di cuenta que les gusta que te integres, les enorgullece mostrarte y compartir su cultura. A veces vamos con excesivo sigilo, por respeto o vergüenza, y perdemos la oportunidad de descubrir y vivir nuevas experiencias por ello no hemos de dejar de preguntar o ser curiosos. Siéndolo suelen pasarnos más cosas buenas e inesperadas de las que nos pensamos a priori.
Durante nuestro viaje conocimos varios turistas que se iban del país sin haberse acercado a una misa. No pasa nada por no hacerlo, pero dese mi punto de vista es perder la oportunidad de conocer mejor el país. Es una actividad gratuita, relajada y sencilla. Vamos que es una oportunidad perfecta y al alcance de todos para explorar una nueva cultura y sociedad. Quizás para los turistas occidentales hay una connotación adicional y es que es la religión mayoritaria en nuestro lugar de origen y eso hace que no resulte una actividad tan atractiva como otras. Pero desde mi punto de vista si me interesa observar y conocer el hinduismo cuando voy a la India o el budismo en Korea del Sur ¿porqué no me va a interesar el cristianismo en Tonga?